jueves, 23 de octubre de 2008

Lo que hay que hacer para comer...


En mi empresa hay tres departamentos totalmente diferentes entre sí: el de activos que no sé muy bien lo que hacen, pero son dos gatos y el director es un hijo puta que se parece al Pocoyó. Hay otro departamento de industrial, que valora fábricas, edificios industriales y cosas de ese tipo. Por último está el mío, que es servicios financieros (en inglés FAS, que aquí somos muy modernos) y hacemos trabajos de valoración financiera.

Todo esto lo explico porque ayer me viene mi jefe/socio y me dice que hay una urgencia con un cliente (pienso que si hay que reanimar a alguien mejor que vaya mi jefa y le ponga el sobaco en la cara, que es mano de santo, o muere o sale corriendo) y que hay que ir a un pueblo de Murcia, que vaya a hablar con otro socio y me explicarán.

El otro socio me dice que es una valoración de una propiedad industrial y que tengo que ir allí a ver las instalaciones, recoger los planos y preguntar por precios de terreno y naves por allí. Que aproveche que soy un tío campechano y mi acento para preguntar y sacar información. No te jode, como yo si fuese chiquito de la calzada!!!!!

Espero que al cliente no le dé por enseñarme los planos porque, en el mejor de los casos y después de cinco minutos mirándolo, puedo decir: ¡Mira, el baño!

Yo no voy a hacer ese trabajo, sólo voy a recoger datos e investigar el mercado (es lo que tiene la consultoría, no dices “voy a dar por culo a las inmobiliarias”, sino a investigar el mercado), pero seré la primera cara que vea el cliente y seguramente luego preguntará por mí y pasará más o menos lo siguiente:

Cliente: ¿Y el consultor que vino no está trabajando en el proyecto?
Empresa: No, es que ha tenido un accidente.
C: ¿Algo grave?
E: No, se cogió los huevos con la tapa de piano.
C: Joder! Qué dolor! ¿Está de baja por eso?
E: No, lo aguantó bastante bien, el problema es que del tirón le llegan al suelo…
C: Claro y se los pisa y no puede ir a trabajar.
E: No que va, eso lo resolvió metiéndoselos por el calcetín.
C: ¿Y no le aprieta?
E: El verdadero problema no es que le aprieten, es que en la moto se le salen y pegan con el motor y, claro, se los ha quemado.
C: Y está de baja por la quemadura, ¿no?
E: No, lo de la quemadura lo aguantó bastante bien, lo que pasa es que toca el violonchelo y el arco se le queda enganchado con los pelos de ahí abajo, como le cuelgan tanto después de lo del piano, y entre eso y la quemadura de la moto..
C: Hombreeee, y no se los puede depilar?
E: Si lo intentó, como la cera le dolió mucho, sobre todo cuando se la puso en la zona quemada, se los intentó afeitar, pero se cortó y se le salió un testículo…
C: Vaya tela, ¿lo ha perdido?
E: No creo, lo lió en un papelito y se lo guardó en el bolsillo.
C: Entonces la baja es por la amputación.
E: No, no, la amputación la soportó bastante bien, lo que pasa es que le entró frío por el corte y ha cogido la gripe.
C: Pues por eso estará ya de baja, no?????
E: No, él dice que con Frenadol tira adelante, pero en un estornudo se dio con la cabeza en la pantalla de portátil.
C: Pero bueno, este hombre es el pupas, el que se cayó de espaldas y se partió un huevo! ¿Tiene conmoción cerebral?
E: Muy bien de la cabeza no ha estado nunca, de hecho la Junta de Andalucía nos da una paguita por tenerle aquí contratado. La cosa es que la sangre del golpe entró en el teclado del ordenador y lo ha estropeado.
C: Pues compradle otro, no?
E: No aquí hasta que el ordenador no cumple cuatro años no lo renovamos, menos mal que el suyo los cumple en Abril si no iba a estar tocándose los huevos (perdón el huevo) un montón de tiempo.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Algo de leyenda



El tren de cercanías cumplía su camino hasta la estación de Atocha, como cada día, como cada hora. Los pasajeros íbamos encerrados en nuestro mundo, algunos dormían, otros escuchaban música en su reproductor mp3, leíamos libros o prensa gratuita y, algunos, miraban por la ventana con la vista clavada en el infinito, pasando el paisaje que se repite cada mañana y luego otra vez por la tarde.

Era viernes y el reloj marcaba las ocho menos algo, en el ambiente se notaba la llegada del fin de semana, aunque también el cansancio acumulado de los días y madrugones pasados.

En la estación antes de Atocha subieron tres sudamericanos cargados con una guitarra y dos flautas que al poco hicieron sonar. Los ocupantes del vagón nos ensimismamos, más aun si cabe, en nuestras tareas: los que leíamos acercamos más los libros a nuestra cara, el que escuchaba música subió el volumen y los que miraban el paisaje descubrieron nuevas características del mismo. Lo que fuese para no tener que dar dinero a los cantantes.

A ellos nuestra actitud no le importó lo más mínimo y comenzaron a cantar con voces perfectas, siguiendo el ritmo de los instrumentos. La mezcla de voces era fascinante y la canción iba abriéndose paso en su letra:

“Yo siento que me provocas,
aunque no quieras hacerlo,
está grabado en tu boca,
a rojo vivo el deseo.
Y casi puedo tocarte,
como una fruta madura,
presiento que voy a amarte,
más allá de la locura”

A medida que en nuestros oídos iba entrando la música, dejamos nuestras tareas de lado, los libros se cerraron señalando la página con un dedo dentro de él, uno de los dos auriculares salían del oído del que escuchaba su propia música para mezclarla con la de aquellos tres cantantes.

“Voy a comerte el corazón a besos,
a recorrer sin límites tu cuerpo,
y por el suelo nuestra ropa,
suave gota a gota,
voy a emborracharte de pasión.

Voy a comerte el corazón a besos,
a recorrer sin límites tu cuerpo,
voy a dejar por tus rincones pájaros y flores,
como una semilla de pasión.”

Los libros se cerraron de golpe, los mp3 se apagaron y todos escuchábamos con la boca abierta aquella canción tan bien interpretada, hasta el punto que nos hizo vagar por el mar de nuestros universos interiores.

La mujer del abrigo rojo sintió una punzada de remordimientos por la pelea que tuvo el día anterior con su marido. La discusión no había sido por nada grave, sin embargo esa noche se había dormido sin darle antes un beso a la persona con la que prometió pasar su vida entera. Sacó el teléfono del bolso y empezó a escribirle un mensaje diciéndole que lo olvidasen todo, que le quería mucho y que cada día que pasaba estaba más enamorada.

“Ahora te sueltas el pelo,
y así descalza caminas,
voy a morder el anzuelo,
pues quiero lo que imaginas.
Cuando se cae tu vestido,
como una flor por el suelo,
no existe nada prohibido,
entre la tierra y el cielo.”

El muchacho de la carpeta forrada de fotos de su grupo favorito miraba de reojo, como cada mañana, a la chica morena que se sentaba frente a él. Cada día cruzaban tímidas miradas, aunque ninguno de los dos se había atrevido nunca a decir ni tan siquiera un hola. Pensó que qué coño, que hoy sería ese día, se armaría de valor y trataría de conocerla. Sabría cuánto de verdad o de mentira tendría esa personalidad que cada noche imaginaba antes de dormir.

“Voy a comerte el corazón a besos,
a recorrer sin límites tu cuerpo,
y por el suelo nuestra ropa,
suave gota a gota,
voy a emborracharte de pasión.


Voy a comerte el corazón a besos,
a recorrer sin límites tu cuerpo,
voy a dejar por tus rincones pájaros y flores,
como una semilla de pasión.”

El hombre mayor de americana pasada de moda y corbata antigua se maldecía cada mañana por tener que ir a trabajar, años atrás había sido un gran profesional, pero con la era de los ordenadores, internet y los nuevos y jóvenes valores, cada vez quedaba más obsoleto. Sus nuevos compañeros lo dejaban siempre de lado y le llamaban carca, él los pretendía ayudar, trataba de compartir su experiencia con ellos, pero la vanidad de esos nuevos valores impedía absorber ese conocimiento.

Hoy sería distinto, hoy cuando llegase frente al ordenador abriría ese programa de hoja de cálculos y trataría de entender todo lo que aparecía en sus menús. Si antes hacía su trabajo a mano sin ningún error como un profesional, no perdería su rango ni su batalla contra de sus compañeros.

Los altavoces del tren anunciaron la llegada a Atocha y el trío dejó de tocar para pasar la gorra, pidiendo una ayuda para poder seguir viviendo de su arte. Yo metí la mano en el bolsillo y les día todo lo que llevaba, no sé si era mucho o poco, pero no tenía más y no se merecían menos.

Bajamos del tren al mundo real, tal vez todas las fantasías que tuvimos nunca se hicieron realidad, lo que sí ocurrió es que una sonrisa estaba dibujada en nuestras caras, cosa que pocas veces ocurre a las ocho de la mañana en Atocha.

PD. Cuando llegué a la oficina busqué y busqué esa canción, es de Los Nocheros y puedo asegurar que la versión que escuché por primera vez mejora por mucho a la del grupo original.

lunes, 13 de octubre de 2008

Estoy atacá!


Tengo cuatro post a medias además de alguna que otra idea para escribir, sin embargo no tengo tiempo ni para acabarlos ni para publicarlos. En mi empresa nos han dicho que nos pongamos las pilas y trabajemos más, que tenemos que hacer un pequeño esfuerzo.

El “pequeño esfuerzo” significa salir no antes de las nueve de la noche y trabajar los fines de semana hasta final de año. Es decir, despedirnos de nuestra vida personal, social y del descanso. Como recompensa nos han prometido una paga extra en navidad (sólo tenemos doce pagas al año), aunque no lo acabo de creer, porque sabiendo cómo se las gastan por aquí, tan sólo sería capaz de apostar por el 50% de esa paga en el caso de que salga mi lado optimista.

El año pasado trabajamos varios fines de semana y nos daban una cantidad de dinero por día trabajado, pues un domingo nos dijo nuestro jefe que nos fuésemos a casa a mediodía, que durante la semana habíamos trabajado hasta muy tarde y que, al menos, descansásemos y comiésemos con nuestras familias. El resultado: descansamos esa tarde, comimos con nuestras familias y sólo nos pagaron el 50% del día. Las horas extras que estuvimos haciendo los días anteriores no nos la pagaban.

Este fin de semana mi mujer se fue a Zaragoza a ver a su abuelo que estaba ingresado en el hospital y yo me quedé en casa trabajando. Me alegré bastante de que se marchase, sinceramente prefiero salir de la habitación y encontrármela en casa, pero no me gusta que esté de brazos cruzados esperando a que yo acabe de trabajar.

Pero como hay que verle el lado bueno a cualquier situación, la ventaja es que cuando trabajas los días de la semana, el lunes no es una cuesta arriba, sino un día más… (el que no se consuela es porque no quiere y el que lo hace como yo, es gilipollas, porque hay que ser tonto para buscarle el lado bueno a esta situación).

Para colmo mañana salgo de viaje a Mijas y luego a Benalmádena, en total tres días en los que no pararé ni un minuto y, si tengo un momento libre, lo dedicaré a seguir trabajando para poder avanzar y, como voy solo y el tiempo no acompaña pues a currar en la habitación de un hotel, que es de lo más penoso que hay.

Bueno, retiro la conexión y prometo intentar actualizar más a menudo con mejor humor.


PD. No sé si cambiar la etiqueta de entrada "Trabajo" por "El trabajo de los cojones".

viernes, 3 de octubre de 2008

El desarrollo de la humanidad



Un problema al que se enfrentan algunas empresas es a la poca rotación de sus productos debido a la buena calidad o a la larga vida útil de los mismos. Por ejemplo, una empresa que vende leche sabe que el proceso de venta se repetirá a menudo, al contrario que otra que comercialice quita grapas ya que éste dura muchos años, salvo que se pierda.

Las empresas que se ven acusadas por esta circunstancia hacen lo que pueden para que la rotación de sus ventas sea lo más próxima posible en el tiempo, por ejemplo, los electrodomésticos están hechos para que duren un poco más del plazo de la garantía, en vez de casi eternamente, como ocurría hace años.

El inconveniente es en utensilios que son muy sencillos, que no tienen un mecanismo electrónico que se pueda estropear o no sean frágiles ni fáciles de perder. Es el caso de los inodoros, duran toda la vida y se cambian como mucho una sola vez y es porque estamos mojando al vecino y de paso re decoramos el baño.

Es por eso por lo que los directivos de este tipo de negocios están exprimiendo las células grises para que sus productos se roten más a menudo y han creado los que lavan y secan tras la faena, los que tienen hilo musical, los que analizan la orina para comprobar el nivel de grasas y azúcares incluso, una marca de joyería ha diseñado uno con cristales preciosos.

Los que además de váter son bidet llevan usándose en Japón desde hace años, me lo confirmó una amiga que ha estado allí (yo no lo he visto porque no me meto 20 horas en un avión sin poder fumar para que un váter me limpie el culo). Esta amiga me comentaba que te sentabas y tenías un mando donde elegías las tareas a realizar, algo así:

- Inodoro: ¿qué va a ser?
- Usuario con apretón: Lavar y marcar, pero no me des con el agua muy caliente que me entra la risa.

El modelo que analiza la orina es bueno para regular y prevenir el colesterol y la diabetes. Aunque también sería una fuente de peleas entre mi mujer y yo:

- ¡Ni se te ocurra probar el jamón que me ha dicho el váter que tienes el colesterol por las nubes!
- ¿Qué cojones sabrá un trozo de cerámica, es medico ni ná?
- ¿Me da igual si es médico o no, pero tú no te lo comes y punto!
- ¿Me voy a cagar en la madre del que parió al inventor de la máquina esa, a ver si me dice que también tengo diabetes!
- Pues cágate en lo que quieras, pero el jamón no lo comes.
- “Cagon” en Roca!

El hilo musical, siempre da ambiente y puedes hacer la faena al ritmo del porompompero, lo que no sé es por dónde se meterá el CD ni dónde estarán los altavoces.

Otros tienen una luz que hace de diana y te sientes como Robin Hood, tu vida se va llenando de retos:

- Ponte ahí en mitad del salón con una manzana en la cabeza que te voy a enseñar lo que he aprendido en el cuarto de baño.

Aunque lo de la diana ya está inventado pero para los urinarios, que te ponen o una pegatina de una araña o un plástico para que no se cuelen las colillas con una cara sonriente. Esta cara a mí me da muy mal rollo: te ve tus vergüenzas mientras recibe una lluvia dorada de un desconocido y ¡encima se ríe!

El váter con las incrustaciones de cristales preciosos tiene que ser una horterada que te obligue a mear con gafas de sol por el reflejo de los focos del techo y, encima, aguanta la bronca de “no mees con tanta fuerza que me arrancas los cristales y me sale a 500 euros la chorradita”.

En fin, que si los directivos están quebrándose la cabeza para vender más que se la quiebren, pero yo sigo con mi váter que demasiado moderno lo veo ya, que la cisterna va con un botón en vez de con una cadena colgando del techo y un tirador de cristal con estrellas de mar incrustadas.